lunes, 20 de julio de 2009

Abrió el cajón de su escritorio. Revolvió las cosas que encontró dentro. Cosas que alguna vez guardó ahí con el fin de tapar su cuaderno. Agarró con sus manos blancas y delineadas por venas de un tímido azul al cardumen de hojas manchadas. Empezó a escribir con el cajón abierto pero a los pocos segundos lo tuvo que cerrar. Siguió escribiendo. Las letras esta vez no le salían tan parecidas entre sí. Tal vez porque tenía las manos heladas y torpes. Tal vez porque se sentía tan triste y desprotegida como si flotara en la profundidad del océano oscuro y silencioso sabiendo que las primeras branquias que la olieran se la iban a devorar, sin siquiera disfrutarla.

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