martes, 8 de marzo de 2011

una tarde como la de hoy
volví de la escuela más tarde que lo habitual. me había quedado en la biblioteca para no ir a comer a mi casa
llegué y estaban mi mamá y abuela sentadas en el comedor tomando mate
mi mamá me preguntó si había almorzado

era una de esas tardes hermosas con luz amarilla de un sol en otoño o primavera o un sol simplemente
miraban la televisión y hablaban
tomaban mate
hablaban
comían algún bizcochito o factura o cremona o budín de supermercado
y hablaban
no puedo escuchar de qué. sólo sus voces, diferentes tonos y risas

nunca me di cuenta que esa compañía algún día no existiría más

siempre sentadas
en el comedor muy pocas veces, esa sóla recuerdo
en el patio unas cuantas y en la cocina la mayoría.

mi abuela, sus cigarrillos, las plantas y fito, mi perro.
mi mamá que era parte de mi en ese entonces.

yo no necesitaba hablar, no necesitaba contestar ni preguntar porque era mi mamá la que hacía esas cosas para justificar mi existencia. yo no necesitaba nada. la tenía a ella. o ella a mi. nadie había barrido los pedazos rotos. estábamos ahí. en esas baldozas secas, desparramados, golpeados pero todavía pertenecíamos a una misma cosa.

hoy extraño que me pidan que les ponga el agua para el mate.
había días en que lo hacía contenta, cantaba mirando la pava hasta que veía que le salía humo y entonces apagaba el fuego. otros días no tenía ganas de esperar la señal y ponía al máximo la hornalla para que sea rápido, violento. esperando que se quemen todas las imágenes para que hoy no las pueda recordar.